Sin título


Era de mañana y sin embargo él no lo sabía; dos días ya sin dormir había pasado tratando de concluir su novela. La persiana de su habitación estaba completamente baja y no daba lugar ni a un rayo de luz. La única iluminación se la brindaba un velador con una lámpara que en cualquier momento se apagaría.

Ella apagó el velador y se acostó otra vez sola en una cama vacía. Tal vez era de mañana, no le importaba, quería soñar con otra vida distinta de ser una camarera a la que los hombres no respetaban y la utilizaban para su diversión.

Sus ojos se cerraron y su mente dio lugar a otras imágenes. El velador quedó olvidado. Un sol de atardecer muriendo en el mar apareció en la escena. Dos personas, de pie, tomadas de la mano lo observaban.

Él soltó la lapicera, apagó el velador y subió la persiana; ella viviría muy pronto en la imaginación de algunos lectores.